sábado, 6 de julio de 2013

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

  EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS
Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.
Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.
Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla:  —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.
En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.
Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.
La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.
Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.
Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...
autógrafo
Miguel Ramos Carrión














viernes, 5 de julio de 2013

ANGELITOS NEGROS

Pintor nacido en mi tierra 


con el pincel extrangero 


pintor que sigues el rumbo 


de tantos pintores viejos. 

Aunque la virgen sea blanca 


pintame angelitos negros 


que también se van al cielo 


todos lo negritos buenos. 

Pintor si pintas con amor 


por que desprecias su color 
si sabes que en el cielo 


también los quiere Dios. 

Pintor de santos de alcoba 


si tienes alma en el cuerpo 


porque al pintar en tus cuadros 


te olvidaste de los negros. 

Siempre que pintas iglesias 


pintas angelitos bellos 


pero nunca te acordaste 


de pintar un ángel negro. 


Angel Negro



POQUITA FE


POQUITA FE

Yo se que siempre dudas de mi amor, no te culpo 

Y se que no has logrado hacer de mi querer, lo que tu amor 

soñó 

Yo se que fue muy grande la ilusión, que en mi forjaste 

Para luego encontrar desconfianza y frialdad en mi querer 

Comprende que mi amor burlado fue, tantas veces 

Que se ha quedado al fin mi pobre corazón, con tan poquita 

fe Tú tienes que ayudarme a conseguir, 

la fe que con engaños yo perdí 

Me tienes que ayudar de nuevo a amar, y a perdonar 

Comprende que mi amor burlado fue, tantas veces 

Que se ha quedado, al fin mi pobre corazón, con tan poquita 

fe 

Tú tienes que ayudarme a conseguir, 

la fe que con engaños yo perdí 

Me tienes que ayudar de nuevo a amar, y a perdonar

CUANDO EL AMOR LLEGA

Cuando el amor llega no te pregunta cuantos años tienes sino cuando estas dispuesto amar…
Dios hizo el amor…
Así mismo con amor te formó a ti y formo a quien seria tu alma gemela para que no estuvieras solo, para que tuvieras una compañera pero no solo compañera del cuerpo sino compañera del alma. Dios se vuelve cómplice de ese amor porque sabe que es un solo cuerpo, una sola alma y viven en un solo espíritu.
Todos los que aman aun sin saber que es exactamente el amor es porque un día lo conocerán…

Recuerda que el amor no toca la puerta él ya trae llave…